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sábado, 20 de febrero de 2010

PALINDROMA / Javier Aviña Coronado




ALLI VA, RAMA, DAMA, HALO, SED...

ASIRNOS A TÍ, LILI,

LILITA SONRISA DE SOL.

AH, AMADA MARAVILLA.





Autor: Javier Aviña Coronado
País: México
Edad: 70 años

JAIME SABINES / Los Amorosos

jueves, 11 de febrero de 2010

LA COCINA DEL RANCHO / Norberto Jaime Nava Monroy


La cocina del rancho de mi abuela sólo era un gran cuarto de oloroso adobe, techada con tejamanil de oyamel, piso de dura tierra, un fogón al centro que se encendía con aquella tea de crujiente ocote. Junto a él un gran metate de piedra negra, donde elaboraban de todo, desde las tortillas nejas hasta los maravillosos bisteces de carne molida. En un rincón, una gran bola de cocido adobe convertida en horno, y junto, un montón de leños para hacerlo funcionar. De igual forma se alumbraba por las noches, con unas teas de ocote que dejaban un exquisito sabor que entraba por la nariz, complaciendo los demás sentidos.

Para un infante como yo, los viajes a ese lugar fueron lograr la esperanza acariciada algún tiempo, y estando ahí todo era gozar: desde el color grisáceo del humo del fogón, como su picante olor que se metía en los llorosos ojos, el melodioso crujir de las llamas en la leña, y lo mejor de todo eso, cuándo recibía una inflada tortilla con sal, o un renegrido jarro de barro donde se alcanzaba apenas a leer el nombre de mi madre, lleno de un especial café de olla, endulzado con piloncillo, y con un pequeño pedazo de carbón apagado con ese líquido.

Después, en la huerta, los mezclados olores de las limas y toronjos, y aquel “huele de noche”, que siempre pagó su estadía con ese tan especial perfume. En la troje, los suaves balidos de las ovejas, o el fiero relincho del bayo lobo, y también el reclamo de la vaca, que necesitaba ser ordeñada, o el canturreo de mi tío Margarito atendiendo sus animales.

Aquel rancho ya no existe, pero ahora que pasaron tantos años, cada vez que por algún motivo me encuentro en un lugar donde se cocinen con leña los alimentos, de in mediato pareciera que adquirieran aquellos encantadores sabores de la cocina de mi abuela. Así mismo, cuándo vuelvo a oír el clac clac clac de la lluvia en algún techo de tejas, de inmediato estoy en aquel rancho, no se diga cuándo veo un rebaño cerca, es el mismo que suave acaricié cuándo niño.

Por eso éstos no son recuerdos, hay lugares y fechas que siempre serán actuales, aunque vivan sólo en tu memoria, están aquí en cuánto tú quieras verlos, acariciarlos, sentirlos o volver a vivirlos.

Sí, son hermosa presencia que estará siempre contigo.


AUTOR: Norberto Jaime Nava Monroy
País: México
Edad: 70 años

Gracias a la Vida / Mercedes Sosa / comp. Violeta Parra

lunes, 1 de febrero de 2010

ACURRUCADO CALMANDO EL DOLOR / Edgar Flores Caldelas


Acurrucarme en la tibieza de la cama me calma y recuerdo un sereno charco ancestral. Mastico odio contra la vejez de mi cuerpo, no sé la hora, no quiero saberla.

El dolor de los huesos es terrible, tan espantoso como espantoso es estar soñando en el desierto de arenas rojas.

Siempre odié el calor del pueblo, me obligabas a ir cada temporada de
vacaciones y lo único que disfrutaba eran los mangos y los baños en el río. Ahí sentí por primera vez el deseo de abandonarlo todo, dejar que la corriente me arrastrara.

Víctor dijo que no me alejara de la orilla, siempre estaba cuidándome, vigilándome, para ir con el chisme a la abuela que terminaba pellizcándome los brazos hasta dejármelos morados. Sin llorar me escondía en el patio, junto al árbol de guayaba y la mata de chilpaya, la barda toda de color blanco y el olor a fruta y hierba.

Cerraba los ojos hasta que el rojo desaparecía y todo quedaba negro. No hubiera podido contestar a quien me preguntara qué hacía ahí; nunca he podido responder con rapidez cuando alguien me pregunta, no importa lo tonto de la pregunta.

A esta hora siempre me digo que debo pintar mis sueños para volverlos reales, dibujarme en aquella montaña con la niña en brazos, salvándola del cataclismo. Intento imaginarme cómo me dibujaría en el sueño, yo no parezco el mismo, soy un héroe y el escenario del sueño tampoco lo conozco, si alguna vez estuve ahí en la memoria no puedo precisarlo, las cosas se olvidan con facilidad.

Tengo la seguridad que puedo ser un héroe o un maldito, aunque prefiero ser un perfecto desgraciado, así es más fácil soportar el odio de los otros.

Cuándo le aventé aquella piedra a mi hermano Rolando que le abrió la cabeza no me arrepentí, se lo merecía por quitarme aquel robot de plástico que tanto me gustaba. Sé que mamá pensaba lo contrario, pero no pudo convencerme y castigándome guardó el robot en el ropero.

Todo iba a parar al ropero, me hubiera gustado saber qué había en él, pero nunca supe donde escondías la llave.

AUTOR: Edgar Flores Caldelas
PAÍS: México
EDAD: 60 años

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ / Influencias

LA MARAVILLOSA HISTORIA DE PETER SCHLEMIHL / Javier Aviña Coronado

Adelbert von Chamisso, escritor del romanticismo alemán, es el autor del cuento La maravillosa historia de Peter Schlemihl. En ella, el protagonista Peter le vende su sombra al diablo, obteniendo a cambio un saco de inagotables monedas de oro.

A partir de entonces su vida se torna intolerable, al grado que es repudiado y prácticamente expulsado de la sociedad, porque esta le reclama que cualquier hombre que se respete debe tener una sombra que reproduzca su cuerpo al confrontarse con la luz. Las desventuras de Peter Schlemihl son tales que no puede tener siquiera a la mujer que ama porque, como dice el padre de ella “ni a un perro le falta su sombra”.

Reconozco que yo no he leído esta obra, lo que sé es lo que he escrito aquí. Pero el tema es tan sugestivo que invita a reflexiones. Para empezar, cabría pensar que no han de ser pocos los que por una bolsa con monedas que nunca se agotan darían algo más que su sombra.

La tentación a la que sucumbió Peter ciertamente que sólo podría venir del diablo, que bien que sabía el valor de la sombra de una persona. De alguna manera lo sabía también la sociedad en que vivía Schlemihl, en tanto que lo repudió por haberse despojado de ella.

¿Lo sabemos nosotros? En honor a la verdad, yo jamás lo había siquiera pensado. Y claro, no hablo de la sombra en su sentido metafórico, no de la sombra de lo que uno fue, no de la sombra de una sonrisa o de un recuerdo.

Al sugestivo tema del cuento de von Chamizo, a La maravillosa historia de Peter Schlemihl agrego solamente una frase de Vita Sackville-West:

“en la sombra de un hombre que camina
hay más enigmas que en todas las religiones del mundo”


AUTOR: Javier Aviña Coronado
PAÍS: México
EDAD: 71 años

CARLOS FUENTES / Creación Literaria