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miércoles, 2 de junio de 2010

20 HAIKÚS / Javier Aviña Coronado

A la mujer de mis insomnios


HAIKÚ 1


CON LUZ DE CIELO
TU SONRISA DE ÁNGEL
ES UN LUCERO


HAIKÚ 2

EVA Y AVE
VUELO QUE VIENE Y VA
TÚ: PALINDROMA
.
.

HAIKÚ 3

VEO SOBRE EL MAR
VOLAR AL HORIZONTE
MI GOLONDRINA



HAIKÚ 4

SEA TU TALISMÁN
TU CUADRADO MÁGICO
SOBRE TU PECHO



HAIKÚ 5

AVE ADORADA
VUELA, SURCA LOS AIRES
DE TU DESTINO



HAIKÚ 6

TÚ EMBELLECES
TODO LO QUE TE RODEA
AUREOLA DE LUZ



HAIKÚ 7


VUELA TU VUELO
MARIPOSA DE CRISTAL
CRISTAL DE ROCA



HAIKÚ 8

ES TU SONRISA
FRAGUA ENCENDIDA
Y LLAMARADA



HAIKÚ 9

TÚ TE CONVIERTES
EN MAR Y MAR Y MAR,
AZUL ETERNO



HAIKÚ 10

SÓLO TUS OJOS
ATISBAN HORIZONTES
INMENSURABLES



HAIKÚ 11

SÓLO TU BOCA
TRANSFORMA LAS PALABRAS
EN GOLONDRINAS



HAIKÚ 12

SÓLO TUS MANOS
LE DAN A CUÁNTO TOCAN
UNA CARICIA



HAIKÚ 13

SÓLO TUS BRAZOS
ENVUELVEN CON TEXTURA
DE TERCIOPELO



HAIKÚ 14

SÓLO EN TU VOZ
SE VIVE LA CADENCIA
DE UN ADAGIO
.


HAIKÚ 15

SÓLO TU ALIENTO
PERFUMA DE AZAHAR
MI SENTIMIENTO



HAIKÚ 16

EN CADA HAIKÚ
DIBUJAS TRES DESTELLOS
DE FLOR Y CANTO


.
HAIKÚ 17

SIEMPRE TE SUEÑO
CONMIGO SIEMPRE CONMIGO
¿O ES UN SUEÑO?
.


HAIKÚ 18

TE ESCRIBO HAIKÚS
ME PREMIAS CON UN BESO
(SIGO ESCRIBIENDO)



HAIKÚ 19

Haikú de Tres Palabras

INTROSPECTIVO
ILUSIONADAMENTE
ENAMORADO
.
.

HAIKÚ 20

Haikú Acróstico

LUDENS IMPROMPTU
LUCERO INASIBLE
TESORO AZUL.




AUTOR: Javier Aviña Coronado
PAÍS: México
EDAD: 71 años
.
MADAMA BUTTERFLY / G. Puccini



miércoles, 5 de mayo de 2010

LETANÍA / Lilia Morales y Mori



Inasible
El día de hoy
Es igual al de ayer
Permanece con el mismo sol
Con sus mismas nubes de tarde
Y sus guijarros de lluvia nocturna
Con aromas de tierra mojada
De amaneceres sombríos
Náufragos entre el canto de los pájaros
Que anidan en el tejado
En la oquedad de los botones en flor
Junto a la frondosa huele de noche
Vestida de blanco silvestre
Que espera el canto del pregonero
El pasar del afilador de cuchillos
La madre presurosa con sus hijos
El miserable cadáver de un gato
En el pavimento
El tranvía a Xochimilco
El olor a fritanga
Los puestos del tianguis
La bolsa del mandado
El aroma de la canela
La sartén en el fuego
La carne picante
La sal en la escudilla
Los niños en la escuela
La ropa en el lavadero
El perro sobre la cama
El polvo en los rincones
Las noticias de la radio
El horóscopo del día
El tranvía de regreso
El fregadero lleno de platos
El sopor de la siesta
La telenovela de la tarde
El calor de la plancha
La tarea de los niños
El jarro de café
El cigarro en la ventana
El humo que se disuelve
Los grillos en la maleza
Las estrellas
La luna
La misma luna
Con sus mismas nubes nocturnas
La lamparita encendida
Vela de tenue luz
Por si esta noche
Alma mía
Tu regresas.

AUTOR: Lilia Morales y Mori
PAÍS: México
EDAD: 64 años

SIN RAZÓN NI DESPEDIDA / Paté de Fuá

EL ÁNGEL / Roberto Cruzpiñón


Tropecé con un ángel al dar vuelta en una esquina. Incorpóreo, atravesó mi cuerpo, pero sentí el golpe en mi alma y lancé un quejido.
(El ángel corría tratando de cazar a un querubín que revoloteaba provocándolo)

La acera estaba casi desierta y por la calle circulaban unos cuantos automóviles.

El ángel cejó de correr y me miró caído en el piso. (¡Qué ojos tan tiernos tenía y qué sorpresa tan grande mostraban!) Extendió el brazo y ayudó a levantarme. Apenado, sacudió mi traje. Tocó mi mejilla, sonrió, me besó y continuó persiguiendo al querubín que fingía esconderse detrás del tronco de un árbol.

Desde entonces, acostumbro caminar a diario en las tardes y a dar vuelta, imprudentemente, en las esquinas.


AUTOR: Roberto Cruzpiñón
PAÏS: México
EDAD: 78 años

RAPSODIA EN AZUL / G.Gershwin / Fantasía 2 / W. Disney

martes, 27 de abril de 2010

EL RÍO Y LA ESCUELA / Julíán Osante y López


En una vieja taberna de una callejuela, en algún lugar sobre la faz de la tierra, a la sazón de una tarde tan fría como lluviosa, dos hombres degustaban vino y rosquillas. Uno de ellos preguntó:
-¿En qué andas metido ahora, Mark?

-Todavía no tiene título, Edmundo, pero se trata de chiquillos. De una aventura en las márgenes del río Misisipí: un chico, huérfano y despabilado como él solo, que ha sido adoptado por una tía, tan bondadosa como estricta; pero que para el niño resulta de lo más desagradable, y de allí nace su rebeldía y espíritu aventurero.

Edmundo De Amicis bebió un trago de su jarra de vino y comentó:

-Hombre, parece interesante, y mira tú lo que son las cosas, yo también ando escudriñando en eso de los muchachos. Tengo muy avanzado un proyecto, pensando en un niño de 10 años de edad, cuyo nombre será Enrique, a partir de su tercer grado en la escuela municipal de Turín. Pretendo que el chico narre, a través de un Diario, su vida escolar y también familiar. Pienso que debe empezar con el primer día de clases, describiendo a sus maestros y compañeros.
Mark Twain, que no ha dejado escapar una sola palabra, encendió pacientemente su pipa y comentó:

-Suena bien tu proyecto, pero nada que ver con el mío. Porque mi chico –al que llamaré Tom- si algo detesta es la escuela y lo menos que podría ocurrírsele sería escribir un diario sobre ese tema.

-Me hago cargo, -apuntó De Amicis- recuerdo que alguna vez me platicaste sobre tu infancia en un puerto del río Misisipí. Así que supongo que allí se inspira tu historia, y desde luego que tendrás elementos de sobra para realizar un libro de lo más interesante; pero mi proyecto es totalmente opuesto, nada tiene que ver con un niño vago y aventurero, todo lo contrario, en mi obra resaltan los valores morales y el amor a los padres y los maestros.

-Vaya pues, ¿creerás que ya se me estaba ocurriendo que nos podríamos asociar?, es decir, armar una especie de pandilla donde tus chicos y los míos harían de las suyas entre la escuela, el río y toda la parentela. Mira, mi Tom cuenta con un amigo íntimo llamado Huckleberry Finn, hijo de un paria, un borracho que…

-Hey, hey, párale mi querido Mark, de dónde se te ocurre que yo permita que mis personajes se asocien con esa ralea. Para que te enteres, mi Enrique será ferviente admirador de un compañero llamado Deroso, que es el más aplicado de la clase, y también habrá un gran cariño por otro muchacho –al que llamaré Garrón-, que es un dechado de bondad y amor por sus compañeros. Si lo que quieres es armar camorra con personajes de la calaña de Tom y Huck, pues te recomiendo que busques a Carlos. Me parece que él está metido también con una historia de chiquillos, un tal Oliver, un chico que nació en un hospicio y termina educándose entre bandidos y mal vivientes.

-¡Oye Edmundo, sin faltar eh!, ¿acaso crees que no estoy al tanto de la obra de Dickens? Sé perfectamente que su libro, Oliver Twist, está en circulación desde hace muchos años y nada tiene qué hacer en esta discusión.

-Bueno, bueno, Mark, no te enojes, tampoco es para tanto, simplemente estaba bromeando. Mejor ahí la dejamos, yo me quedo con la escuela de Turín y tú arréglate con esa pandilla de maleantes y su río favorito. A ver de qué cuero salen más correas, y será el tiempo quien se encargue de valorar y juzgar cada obra.

-Arrivederci mio caro amico
-So long my dear friend


AUTOR: Julián Osante y López
PAÍS: México
Edad: 71 años

Woody Allen / monólogo "the moose"

VAGANDO POR MI LABERINTO / Edgar Flores Caldelas



Laberinto de ilusiones, construido de intrigas, aventuras y misterios, laberinto que aparecía mágicamente al apagarse las luces del viejo cine.

No recuerdo con precisión cuándo empezó la costumbre de acompañar a mi tía los miércoles, jueves y viernes, a los programas triples del cine Royal. Ella tenía pasión por las películas, yo, estaba apasionado de ella, y el administrador de dicha sala cinematográfica moría de amor por la tía Irene, así que la entrada era gratuita. Lo que sí puedo precisar es que fue en un programa triple de cine de horror cuándo, con doce años, me perdí para siempre en el laberinto. La película ya había empezado, el enamorado administrador me trajo, cómo de costumbre, el regalo de una “holandesa” y se acomodó mustio junto a ella.

Todo parecía tan cotidiano, saboreaba mi helado mientras en la pantalla la luna provocaba la transformación de Lon Chaney. De pronto, la música se agigantó, invadió mis sentidos, y algo se desgarró en mi cerebro. Una fiebre envenenó mi sangre haciendo temblar mi cuerpo entero, el helado cayó al piso, mi lampiña piel se llenó de pelo. Orejas, boca y ojos me crecieron deformándose, garras y colmillos me brotaron. Mi corrupción ocurría simultáneamente al del escenario en la pantalla. Cerré los ojos y me dejé perder.

Con la pobreza de la luz como cómplice, sigilosamente me alejé de mi tía. Vagué febril convertido en radiante lobo por los oscuros pasillos. Llevaba conmigo un deseo irrefrenable de destruir, morder y arañar cualquier cosa. Nadie notó mi cambio, los pocos asistentes al cine parecían presas fáciles, no había razón para no atacarlos, sin embargo, dominé el deseo. Sabía también que con facilidad podría cazar algunas ratas y devorarlas, pero mi hambre era otra, mi hambre, no tenía explicación.

Había transcurrido más de una hora cuando encendieron las luces y me descubrí trepado en las butacas de la última fila. El hechizo se había roto.

De regreso a casa en medio de la noche, mi tía iba emocionada. Al día siguiente proyectarían Picnic, con William Holden y Kim Novak. Yo experimentaba una inmensa alegría, y acariciando su mano, me preguntaba… ¿fue cierto…? ¿Sucedió realmente?

No encontré respuestas, pero tenía el presentimiento, que muy pronto volvería a vagar por el laberinto.


AUTOR: Edgar Flores Caldelas
PAÍS: México
EDAD: 60 años

EL CUERVO / E.A. POE / voz Vincent Price

sábado, 20 de febrero de 2010

PALINDROMA / Javier Aviña Coronado




ALLI VA, RAMA, DAMA, HALO, SED...

ASIRNOS A TÍ, LILI,

LILITA SONRISA DE SOL.

AH, AMADA MARAVILLA.





Autor: Javier Aviña Coronado
País: México
Edad: 70 años

JAIME SABINES / Los Amorosos

jueves, 11 de febrero de 2010

LA COCINA DEL RANCHO / Norberto Jaime Nava Monroy


La cocina del rancho de mi abuela sólo era un gran cuarto de oloroso adobe, techada con tejamanil de oyamel, piso de dura tierra, un fogón al centro que se encendía con aquella tea de crujiente ocote. Junto a él un gran metate de piedra negra, donde elaboraban de todo, desde las tortillas nejas hasta los maravillosos bisteces de carne molida. En un rincón, una gran bola de cocido adobe convertida en horno, y junto, un montón de leños para hacerlo funcionar. De igual forma se alumbraba por las noches, con unas teas de ocote que dejaban un exquisito sabor que entraba por la nariz, complaciendo los demás sentidos.

Para un infante como yo, los viajes a ese lugar fueron lograr la esperanza acariciada algún tiempo, y estando ahí todo era gozar: desde el color grisáceo del humo del fogón, como su picante olor que se metía en los llorosos ojos, el melodioso crujir de las llamas en la leña, y lo mejor de todo eso, cuándo recibía una inflada tortilla con sal, o un renegrido jarro de barro donde se alcanzaba apenas a leer el nombre de mi madre, lleno de un especial café de olla, endulzado con piloncillo, y con un pequeño pedazo de carbón apagado con ese líquido.

Después, en la huerta, los mezclados olores de las limas y toronjos, y aquel “huele de noche”, que siempre pagó su estadía con ese tan especial perfume. En la troje, los suaves balidos de las ovejas, o el fiero relincho del bayo lobo, y también el reclamo de la vaca, que necesitaba ser ordeñada, o el canturreo de mi tío Margarito atendiendo sus animales.

Aquel rancho ya no existe, pero ahora que pasaron tantos años, cada vez que por algún motivo me encuentro en un lugar donde se cocinen con leña los alimentos, de in mediato pareciera que adquirieran aquellos encantadores sabores de la cocina de mi abuela. Así mismo, cuándo vuelvo a oír el clac clac clac de la lluvia en algún techo de tejas, de inmediato estoy en aquel rancho, no se diga cuándo veo un rebaño cerca, es el mismo que suave acaricié cuándo niño.

Por eso éstos no son recuerdos, hay lugares y fechas que siempre serán actuales, aunque vivan sólo en tu memoria, están aquí en cuánto tú quieras verlos, acariciarlos, sentirlos o volver a vivirlos.

Sí, son hermosa presencia que estará siempre contigo.


AUTOR: Norberto Jaime Nava Monroy
País: México
Edad: 70 años

Gracias a la Vida / Mercedes Sosa / comp. Violeta Parra

lunes, 1 de febrero de 2010

ACURRUCADO CALMANDO EL DOLOR / Edgar Flores Caldelas


Acurrucarme en la tibieza de la cama me calma y recuerdo un sereno charco ancestral. Mastico odio contra la vejez de mi cuerpo, no sé la hora, no quiero saberla.

El dolor de los huesos es terrible, tan espantoso como espantoso es estar soñando en el desierto de arenas rojas.

Siempre odié el calor del pueblo, me obligabas a ir cada temporada de
vacaciones y lo único que disfrutaba eran los mangos y los baños en el río. Ahí sentí por primera vez el deseo de abandonarlo todo, dejar que la corriente me arrastrara.

Víctor dijo que no me alejara de la orilla, siempre estaba cuidándome, vigilándome, para ir con el chisme a la abuela que terminaba pellizcándome los brazos hasta dejármelos morados. Sin llorar me escondía en el patio, junto al árbol de guayaba y la mata de chilpaya, la barda toda de color blanco y el olor a fruta y hierba.

Cerraba los ojos hasta que el rojo desaparecía y todo quedaba negro. No hubiera podido contestar a quien me preguntara qué hacía ahí; nunca he podido responder con rapidez cuando alguien me pregunta, no importa lo tonto de la pregunta.

A esta hora siempre me digo que debo pintar mis sueños para volverlos reales, dibujarme en aquella montaña con la niña en brazos, salvándola del cataclismo. Intento imaginarme cómo me dibujaría en el sueño, yo no parezco el mismo, soy un héroe y el escenario del sueño tampoco lo conozco, si alguna vez estuve ahí en la memoria no puedo precisarlo, las cosas se olvidan con facilidad.

Tengo la seguridad que puedo ser un héroe o un maldito, aunque prefiero ser un perfecto desgraciado, así es más fácil soportar el odio de los otros.

Cuándo le aventé aquella piedra a mi hermano Rolando que le abrió la cabeza no me arrepentí, se lo merecía por quitarme aquel robot de plástico que tanto me gustaba. Sé que mamá pensaba lo contrario, pero no pudo convencerme y castigándome guardó el robot en el ropero.

Todo iba a parar al ropero, me hubiera gustado saber qué había en él, pero nunca supe donde escondías la llave.

AUTOR: Edgar Flores Caldelas
PAÍS: México
EDAD: 60 años

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ / Influencias

LA MARAVILLOSA HISTORIA DE PETER SCHLEMIHL / Javier Aviña Coronado

Adelbert von Chamisso, escritor del romanticismo alemán, es el autor del cuento La maravillosa historia de Peter Schlemihl. En ella, el protagonista Peter le vende su sombra al diablo, obteniendo a cambio un saco de inagotables monedas de oro.

A partir de entonces su vida se torna intolerable, al grado que es repudiado y prácticamente expulsado de la sociedad, porque esta le reclama que cualquier hombre que se respete debe tener una sombra que reproduzca su cuerpo al confrontarse con la luz. Las desventuras de Peter Schlemihl son tales que no puede tener siquiera a la mujer que ama porque, como dice el padre de ella “ni a un perro le falta su sombra”.

Reconozco que yo no he leído esta obra, lo que sé es lo que he escrito aquí. Pero el tema es tan sugestivo que invita a reflexiones. Para empezar, cabría pensar que no han de ser pocos los que por una bolsa con monedas que nunca se agotan darían algo más que su sombra.

La tentación a la que sucumbió Peter ciertamente que sólo podría venir del diablo, que bien que sabía el valor de la sombra de una persona. De alguna manera lo sabía también la sociedad en que vivía Schlemihl, en tanto que lo repudió por haberse despojado de ella.

¿Lo sabemos nosotros? En honor a la verdad, yo jamás lo había siquiera pensado. Y claro, no hablo de la sombra en su sentido metafórico, no de la sombra de lo que uno fue, no de la sombra de una sonrisa o de un recuerdo.

Al sugestivo tema del cuento de von Chamizo, a La maravillosa historia de Peter Schlemihl agrego solamente una frase de Vita Sackville-West:

“en la sombra de un hombre que camina
hay más enigmas que en todas las religiones del mundo”


AUTOR: Javier Aviña Coronado
PAÍS: México
EDAD: 71 años

CARLOS FUENTES / Creación Literaria

miércoles, 20 de enero de 2010

EVOCACIÓN / Estela Couvert Tronco

Elisabeth Vigee Lebrun
Autoretrato de la pintora con su hija Julie (1789)


Me gustaba oir su corazón como relojito toc, toc, toc, toc, compás extraordinario de vida, poco a poco me hundía en su latido, en su cuerpo tibio y maternal como si aún me guardara en su seno.

Era un inmenso sentimiento de paz y seguridad, mi madre como todas las madres, tierna y permisiva me permitía dormir en ocasiones la siesta con ella, me abrazaba y dejaba que pusiera mi oido en su corazón.

La provocaba a que me hablara, le decia: -dime algo mami, quiero escuchar hablar a tu corazón- y me concentraba tanto en el rítmo cardiaco como en la voz vibrante que parecía desdoblarse en ecos profundos. Experimentaba una sensación de desprendimiento y me alejaba flotando en un mundo extraordinario que tenía un mismo compás.

El eco de su voz poco a poco me atraía nuevamente a la realidad cuando ella me apartaba suavemente y procedía con sus labores hogareñas.

Era una niña y aún escucho su voz mágica emergiendo de las profundidades del recuerdo e inquieta miro hacia el cielo buscando el titilar de las estrellas que semejan el latido cósmico universal.

AUTORA: Estela Couvert Tronco


EDAD: 63


PAÍS: México

EL MAGO DE OZ / Somewhen Over the Rainbow / Judy Garland

sábado, 16 de enero de 2010

CHIRAS PELAS / Julián Osante y López

"Boys playing marbles". (1891) / fotografía original archivo de la Librería del Congreso de los E. U.

¡Chiras pelas!, pensé -y casi lo grité- al momento que observaba al cliente que comprobaba el buen estado de una mesa de billar en venta, puesta en exhibición a un lado del primer pasillo de una de esas tiendas conocidas como Club de Precios. El ruidoso clac clac de la primera bola golpeando a las otras dos, trajo a mi mente el recuerdo de “¡Chiras pelas!”, aquel grito espontáneo que salía de todos los contendientes del juego de canicas, cuando el tirador en turno, además de pegarle a la canica a la que apuntaba, le pegaba a otra que, para su mala suerte, estaba en el lugar equivocado. La regla era ineludible y el jugador tendría que abandonar el juego o volver a empezar desde la raya del tiro, según se hubiera especificado al inicio de la partida.

El probable comprador de la mesa de billar, había ejecutado una carambola con todas las de la ley, pero también, sin imaginarlo y menos pretenderlo, me había transportado a la década de los cincuenta, donde, con las rodillas sucias y raspadas, practicaba con mis amigos ese juego inolvidable de las canicas.

La imagen del recuerdo ya estaba allí. Imposible detenerla. La regla de Chiras pelas no era la única. Había otras como Calacas y palomas, Limpias, Sucias, Al con todo, Altas desde tu rodilla, Zafín zafado no es perdonado, etc., etc.

Y, también, fuera de todo reglamento, se contaba con algunas mañas extras, muy a lo personal, como aquello de gritarle al enemigo, al momento de ejecutar su disparo: ¡císcalo, císcalo diablo panzón! Frase que invocaba al mismísimo Satanás, pidiendo su ayuda e intervención para hacer fallar al tirador. ¿Los resultados? Bueno, pues esto ya dependía de la relación personal de cada niño con el aterrador personaje.

¡Así de complicado! ¡Así de sencillo! Eran tiempos en que ni remotamente se sospechaba que, algunas décadas después, vendrían otros niños –se dice- con un chip integrado, con cierta información que los haría tremendamente hábiles en el manejo de las computadoras y los teléfonos celulares, pero, tal vez, sin las aptitudes para el juego de las canicas, esa finísima actividad motora, de gran concentración y agudeza visual, donde el tiempo, la distancia y la precisión, eran todo un tratado de habilidad y destreza.

Y además, algo maravilloso que tenía el juego de las canicas era que, en ese terreno baldío, a veces con basura o lodo, se establecía la cultura de la sociabilidad y las relaciones humanas; una forma de convivencia que muchas veces terminaba con la luz del día, que arrojaba ganadores y perdedores, pero que permitía el retiro de los adversarios con lentitud -tal vez algunos abrazados con otros- como no queriendo aceptar que la jornada había terminado, y que, cada vez esto sucedía, nos acercaba a todos a dejar algún día de jugar a las canicas y, en consecuencia, a lo inevitable: a dejar de ser niños.


AUTOR: Julián Osante y López
PAÍS: México
EDAD: 70 años

lunes, 4 de enero de 2010

JULIO CORTÁZAR / Entrevista

TRES CUENTOS CORTOS / Cuauhtémoc Parra Sánchez

NEOVAMPIRO

Desde joven, ateo y todo, le tuvo un miedo irracional a la muerte y a lo desconocido, pero lo disimulaba a las mil maravillas. Poseía una gran inteligencia y por eso destacó en la escuela, en los deportes y en sus relaciones con los demás.

Pero en el fondo, se escondía un ser temeroso y débil. Por lo mismo, investigó y estudió todo lo que pudo sobre aquellos que buscaron siempre, sin éxito, la fuente de la eterna juventud. Por eso estudió Medicina y se volvió un experto en el estudio de los procesos del envejecimiento humano. Nunca aceptó que el hombre tuviera que morir.

Un día, al despertar de un largo sueño en el que se vio como un ser inmortal e indestructible, sonrió complacido. En el baño, se asomó al espejo y observó sin asombro, la palidez extrema de sus tegumentos faciales, sus enormes orejas terminadas en punta, su aspecto céreo, sus conjuntivas oculares inyectadas de sangre, sus largos colmillos que sobresalían de las comisuras labiales, y el hilillo de sangre que escurría, aún fresca, de sus labios.

Entonces supo que había alcanzado la inmortalidad.

Sonrió complacido.

INTERCAMBIO


El viejo-niño preguntó a su nieto, el niño-viejo:
- ¿Qué le pediste a Santa Claus?, yo ya hice mi carta y le pedí unos patines y una bicicleta.
- Nada, abue - contestó el niño-viejo - no le pedí nada, ya no deseo nada; nada me atrae. Me parece que ya he vivido lo suficiente para no desear nada, más que la muerte. Prácticamente ya viví y conocí la condición humana. Ya experimenté la amistad, el odio, la envidia, el deseo de venganza y la ambición. Conocí el placer y el dolor.
- Pero, debe haber algo que desees de este mundo - dijo el viejo-niño - a tu corta edad, te espera una larga vida.
- Eso es lo que no quiero, abue - contestó el niño-viejo - estoy satisfecho. De hecho, no me importaría morir en este instante.
De repente, el viejo-niño siguiendo un impulso de travesura, sin que su nieto se diera cuenta, intercambió las cartas a Santa Claus.

CARONTES CANINOS


Aquel buen hombre, de vida y alcances modestos, tenía una debilidad: su amor por los perros.

Por sus perros anteponía a su propio bienestar, los cuidados a sus canes a los que colmaba de atenciones y les daba trato de humanos. Eso le causaba la mayor de las satisfacciones. Los consideraba como los hijos que nunca pudo concebir con su esposa.

En su larga vida había tenido: Bobbys, Terrys, Pipos, Firuláis, Fridas, Amelies, Rockys, Gaias, y otros nombres más que ya le costaba trabajo recordar.

Un día, al confesar sus pecados, confió al cura su gran amor por los perros y en vez de recibir del prelado la absolución, éste lo amenazó con la condenación por su amor desmedido hacia los perros, amor que debia profesar antes que nada a sus semejantes. Lleno de temores por la anunciada condenación, murió de tristeza.

Cuando su alma llegó a la orilla del río que hay que cruzar rumbo al infierno. Todos sus perros estaban allí, prestos para pasarlo al otro lado, ante la complacencia de Caronte, el barquero del Hades, quien también era canófilo. Esta vez, Caronte no cobró el óbolo obligado a todas las almas.

AUTOR: Cuauhtémoc Parra Sánchez

PAÍS: México

EDAD: 71 años

Cantando bajo la lluvia / Gene Kelly